martes, 31 de marzo de 2009

Asistencialismo y Pobreza.


Una valiente y ejemplar mujer junto a su familia toman el toro por las astas y salen adelante. Ademas reniega con razon del asistencialismo publico. La ayuda humanitaria debe llegar exclusivamentre para niños y ancianos en situacion de abandono, pero estos programas de alimentacion a gente adulta solo engendran perezosos .


Tomado de El Comercio.


Ismelda Sánchez: "¡Yo soy totalmente exigente!"

Vivía con 100 soles a la semana cuando convenció a su marido y construyó un horno artesanal en su corralón. Hoy, en modernas camionetas, distribuye sus panes y pasteles por todo el Cono Sur.
Quienes se dedican a rascarse la panza, sintonizan fielmente a Magaly Medina y viven fisgoneando a los demás, afirman que a eso se debe la fortuna de Ismelda Sánchez y su familia. Jamás han querido valorar –no les da la gana- el esfuerzo que ella y los suyos despliegan desde 1994, cuando comenzaron a darle forma a su hoy pujante empresa panificadora. La fortuna de Ismelda -jamás los otros lo sabrán- no radica en haber salido de la pobreza, sino en saborear –día a día- cómo ella, su esposo y sus tres hijos –haciendo pan- le dan pelea a la vida.
Antes de que iniciase esta empresa -15 años atrás- su esposo era obrero de construcción y usted aportaba con lo que ganaba con su máquina de tejer.También trabajaba en el Hospital de la FAP.

¿De cuánto era entonces su presupuesto para la semana?

Los 100 soles que ganaba mi esposo. Eso era para la casa y la comida -pase lo que pase-, y lo que yo ganaba era para ir formando algo. Llegado fin de año, yo tenía que haber juntado para algo. Me trazaba metas: “Este año lo termino habiendo comprando un millar de ladrillos para construir mi casa”.
Ya tenían dos hijos cuando decidió construir un horno artesanal en su casa, que entonces era un corralón.Quería poner una panadería, pero no tenía el capital. “Préstame”, le dije a mi hermano.
Pero era su esposo quien mantenía la casa.

¿Fue difícil convencerlo?

No.
Se lo pregunto porque él era obrero de construcción, y la imagen que se tiene de ellos es que son beligerantes, machistas…

Sí, pero para eso está la mujer (ríe)… “Yo quiero hacer esto, ¡vamos a hacer esto!”. De repente el genio mío es un poquito fuerte, imponente… pero ¡no tienen nada de qué quejarse! ¿No? (ríe, y mira todo lo que ahora tienen)…
Su primera producción, sin embargo…

Fue un fracaso total.
Solo ganó 14 soles.¡

En todo el primer día de venta! Lo mismo pasó el segundo, el tercer día; y mis gastos sobrepasaban los 40 soles.
No se desanimó.¡

No podía! Atrás mío tenía a personas que habían confiado en mí.
¿Cómo convenció a su marido de que tenían que seguir nomás?¡Así tenía que ser!
Salió a la calle a vender sus panes casa por casa.Yo salí porque él, como hombre machista, no lo iba a hacer. Llené mi saco de panes y me fui a la calle; el resto lo vendió él acá: “Tú acabas esto, y yo acabo esto”.
Trabajaron en equipo.

No había otra. Por eso trato de que la gente absorba este ejemplo: porque si solo uno patea la pelota…
Trabajando en equipo fue que invadieron esta zona (Las Laderas de Villa, el límite entre de San Juan de Miraflores y Villa El Salvador).

Invadimos, conseguimos el terreno, y tuve muchas dificultades, porque yo trabajaba, mi esposo también, ¡y salíamos a trabajar! En cambio, había personas que vivían acá todo el día; y fueron ellas las que se beneficiaron, las que obtuvieron sus terrenos en la avenida. Las discusiones en la asamblea eran por eso (por una mejor ubicación de sus terrenos), y yo les dije: “¡Yo les voy a demostrar –mañana más tarde- que así mi lote esté en la punta del cerro, si yo quiero hacer negocio, lo hago! No necesito estar en la avenida”. Yo le tenía que demostrar a mis vecinos que ¡sí se puede! Y aquí hice mi negocio, y hasta aquí llegó la gente que me quería comprar.
¿Qué tan difícil fue esa época? En esta zona el sol quema fuerte, entonces no tenían agua…

Era difícil, pero sobrellevable.
Además, ustedes sabían en qué se metían: invadir es ilegal.

Sí.
Ahora, el común de los invasores tiende a llorarle al gobierno de turno para que le otorgue beneficios.¡Yo odio eso! Yo le digo a todos: “No debería haber comedor popular”, porque así la gente se duerme, se queda tranquila en su casa. Con el comedor, una trabaja y de eso comen todos. Si no hubiera, toda esa gente buscaría trabajo, trabajaría, no estaría ociosa.
Las madres de los comedores la van a odiar cuando lean esto.

Yo se los digo todo el tiempo. Ellas me conocen, saben cómo soy.

Empezó con un horno artesanal, hoy tiene dos hornos industriales.

Decidí tumbarlo. Fue muy difícil. Mi esposo, mi hijo, estaban en contra ¡totalmente! Era la idea de mi hija y mía también, las dos trabajamos juntas. “¡Ustedes deciden!”. “¡Ustedes hacen y deshacen!”… Yo lloraba.
¿Por qué confían en usted?

De repente porque cuando esto solo era invasión, siempre fui la persona que las guió, que no permitió que sus maridos les peguen, que incluso se metió entre ellos cuando sus maridos les sacaban el ancho… Yo las traje aquí y les dije: “Aquí puedes trabajar, tú tienes que valorarte como mujer, ¡tú tienes que ser tú!”. Terminé dándole trabajo a mis vecinas… Un día que me reuní con todos ellos en un compromiso, los esposos me dijeron: “Tú has cambiado a mi esposa”.
¿Era un reproche o…?Al principio fue reproche, después agradecimiento (ríe)…
Cuando invadieron, Ismelda (su primogénita) tenía un año. Hace 15 años, cuando iniciaron su panificadora, ya tenía 12. Hoy tiene 27 y…¡Es mi mano derecha! Yo podré ocuparme de todo lo que es la producción, pero ella se hace cargo de todas las cuentas.
Usted y su esposo pusieron la decisión y el trabajo en equipo para hacer su empresa, su hija –que estudió en Tecsup y ahora en la U. San Ignacio- está poniendo los conocimientos. ¿Hasta dónde piensan llegar?Ya este sitio no da más. Estamos buscando terrenos. Tenemos dos en la mira.
Planean instalar una panadería modelo.Una panadería, un local para eventos, ¡más cosas!
Siempre trabajando en equipo.Siempre. El que se retire, ¡sonso será! (ríe)…
Dígame, ¿y cómo enfrenta la competencia? Su vecina le ha alquilado su local a una panadería.Yo tengo mis principios, mi forma de trabajar. Hay panaderías que compiten conmigo, pero yo he impuesto mi precio. ¡No lo bajo! Es así que hemos podido cambiar nuestras camionetas por otras nuevas.
Muchos creen que para pelear en el mercado hay que reducir costos, sacrificando incluso la calidad del producto.No. Hay que decidir, hay que imponerse, ¡y hay que demostrar la diferencia con el resto!
Hay que defender la calidad.Ante todo, y cuando fallas, reconocer.
¡Qué importante! Al empresario peruano le cuesta reconocer cuando mete la pata.

Hay que reconocer, cueste lo que cueste: tú, ahorita, puedes perder un cliente, en un mes no puedes tener la ganancia que te daba ese cliente, pero si tú reconoces tu error, en los meses siguientes tú puedes volver a contar con él.
Tiene tres hijos, el menor no ha pasado las penurias económicas que vivieron los mayores.No, pero a sus 9 años ya le damos responsabilidades. Como en la mañana todos estamos ‘full’, nadie tiene tiempo para él, y él tiene que ir al colegio. Lo único que le dejamos es su desayuno. “Mamá, el vecino hace taxi, que me lleve al colegio”. “Ya, pero tú vas a trabajar para pagarte tu taxi. Yo te doy tus estudios, casa, comida, ¡todo lo que tú necesitas! Pero esa es una comodidad para ti, así que tú te la pagas”.
¿Y cómo lo hace?Gana sus 15 soles a la semana llenando alfajorcitos, pegando stickers en los taper… Cositas que él ya puede hacer, ¡y que debe hacer! Él sabe cuándo no ha trabajado: ese día completa el pago del taxi con lo de su alcancía. Él ya tiene su responsabilidad.
¿Usted es una negrera? ¡Yo soy totalmente exigente!


1 comentario:

  1. O sea en América Latina aún existen los libertarios e individualistas que no viven de la asistencia del Estado. Muy inspiradora la historia.

    Gracias por comentar en mi blog.

    saludos

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